El perfeccionismo, una fuente de ansiedad silenciosa
- Lucas Torrez
- 23 jul 2024
- 3 Min. de lectura
El perfeccionismo es un aparente aliado que si dejamos de registrar se puede volver
una gran fuente de ansiedad y angustia. La línea entre aumentar el esfuerzo para
resolver de manera excelente y perseguir resultados imposibles, puede ser muy
delgada. El salir de nuestra zona de confort puede ser beneficioso y recomendable,
sin embargo, si esto no se hace con equilibrio podremos estar gravemente heridos
pensando que esto es bienestar.
No todo lo que es habitual, es saludable.
El perfeccionismo es un obstáculo silencioso, con una apariencia muchas veces
anhelada en los diferentes ámbitos. Utiliza disfraces deseables, se esconde en la
idea de “hacer lo mejor” para sostener su lugar en nuestras rutinas. No obstante, es
un extremo que puede provocar mucho daño a nosotros y a los demás. Podemos
estar expuestos a estructuras que sistemáticamente nos hacen priorizar formas y
transforman esto como el objetivo final. La meta, poco a poco, pasa a ser realizar
acciones de una determinada manera, y secundariamente ver hacia a dónde nos
llevan. Todo esto puede estar pasando y no lo estemos visualizando.
En el tiempo de la primer venida de Jesús, las personas que parecían tener más
conocimientos, más herramientas, de aquellos que se suponía que estarían mejor
preparados, se perdieron tanto en las formas que se olvidaron el propósito (Mt.
23:27-32).
El perfeccionismo nos lleva a elevar tanto la vara, que las apariencias
pasan a ser más importantes que la esencia. Se enfocaron tanto en un estándar,
que ni ellos lo cumplian. No entraban, pero tampoco dejaban entrar (Mt 23:13) Tan
sumergidos en sus parámetros, que no se dieron cuenta que Jesús estaba con
ellos.
El perfeccionismo puede ser un obstáculo para que nosotros mismos y
otros se acerquen a Dios.
Si nuestro deseo por sostener estructuras, no nos
permite ver a Jesús, estamos perdiendo el tiempo. Si nuestro deseo por cumplir
expectativas se vuelve más importante que Dios mismo, estamos teniendo un ídolo
en nuestra vida. Si lo que hacemos por Dios se transforma en nuestra prioridad por
encima de Dios, estamos errando al blanco. Esto abre puertas a varios aspectos.
Por ejemplo, la inseguridad, el temor, la ansiedad, la angustia, la dependencia
emocional, la búsqueda de aprobación en la gente por encima de todo. En otras
palabras, el perfeccionismo corre a Dios del centro, y nos sienta en el trono a
nosotros. Nos lleva a tener que validar constantemente esa posición, a través de
nuestras producciones.
De hacer para ser.
Nos convierte en esclavos, cuandJesús nos hizo libres.
Nos hace salir a buscar afuera lo que Dios ya nos ha dado.
Una de las claves para desactivar una trampa, es registrar la existencia de esta.
Tomemos decisiones para salir del “modo automático”, seamos intencionales. No
dejemos el lugar a continuar con estructuras sin esencia, rutinas sin visión, formas
sin propósito, proyectos sin Dios. Recordemos algunas llaves que cierran las
puertas al perfeccionismo y las abren a Jesús. Somos suficientes en Dios (2 Cor.
3:5). Su amor no cambia por nuestros errores (Num 23:19) No estamos en un
examen, somos aceptos en el amado (Ef.1:6). El nos ama (Jn 3:16) No se trata de
nuestras capacidades, sino de su elección y fidelidad (Rom 5:8, Ef. 2:4-5, 1 Jn 4:10)
Podemos equivocarnos sin que esto signifique fracaso. Errar es parte del
aprendizaje. Busquemos ajustar nuestras expectativas, de nada sirve perseguir una
meta inalcanzable que en el camino nos destruya, dañando también nuestro
entorno. Avanzar, crecer, mejorar, requiere también de procesos. Tiempos en los
cuales aprendemos y actualizamos pensamientos (Rom 12:2). Tal vez nos
colocamos estándares tan altos que están hechos para que no los alcancemos.
Busquemos ayuda si esto tiene influencia en las diferentes áreas de nuestra vida.
Pongamos un límite al perfeccionismo silencioso. Es tiempo de tomar decisiones
para sanar nuestro corazón, dejándole el primer lugar a Dios.
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